Los cambios que se producen en el cerebro cuando adelgazamos

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Aquellas personas que buscan adelgazar pueden encontrar que es fácil perder peso durante la primera semana, es decir, cambiando simplemente a una dieta más saludable. Sin embargo, a medida que el metabolismo se ajusta, no quemará tantas calorías como solía hacerlo. Por lo tanto, a medida que pasa el tiempo, seguir perdiendo peso se tornará mucho más difícil.

Para empeorar las cosas, a medida que se pierde grasa corporal, se comenzará a experimentar un aumento en el apetito. Esto se debe a que después de una comida, las células grasas liberan una hormona llamada leptina en el torrente sanguíneo.

Dicha liberación de leptina sirve para indicarle al cerebro que el individuo ya ha ingerido suficientes alimentos (saciedad) y debe dejar de comer. Pero aquí empieza el problema: las personas que pierden peso muestran un descenso en los niveles liberados de leptina.


Los escáneres cerebrales de pacientes con sobrepeso u obesos que habían perdido entre el 6 y el 10% de su peso corporal revelaron que menos leptina condujo a una mayor actividad en las regiones cerebrales que controlan nuestro deseo de comer.


El resultado no es solo un aumento del apetito, sino también un deseo aún más fuerte de comer alimentos grasos y con alto contenido calórico, debido a que el cerebro está tratando de restaurar los niveles corporales de leptina.
A pesar de ello, luchar contra ese impulso de atiborrarse de comida vale la pena en el largo plazo.

Además del menor riesgo de enfermedades cardíacas, hipertensión, colesterol alto y diabetes tipo 2, los científicos que estudian personas con sobrepeso descubrieron que, por ejemplo, perder solo medio kilo de peso corporal reduce en 2 kilos la presión sobre las articulaciones de las rodillas.


Perder peso aumenta el flujo de sangre al cerebro

Varios estudios han demostrado que las personas que se sometieron a la cirugía bariátrica para bajar de peso, experimentaron una mejora en la memoria, la concentración y la capacidad para resolver problemas a partir de los tres meses de la intervención.

Además, los escáneres cerebrales indican que las personas que perdieron peso y lo mantuvieron durante seis meses (más o menos, el tiempo que demora la leptina a acostumbrarse a la nueva realidad corporal), reaccionaron de manera diferente cuando se les mostraron imágenes de alimentos ricos en calorías que antes de que perdieran peso.

Las regiones cerebrales que procesan la recompensa, la motivación y el gusto no reaccionaron con tanta fuerza, mientras que las áreas que promueven el autocontrol tuvieron un aumento en la actividad.


¿Por qué se producen estos cambios?

Varios estudios han mostrado que la obesidad se relaciona con un mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Asimismo, también es sabido que perder peso ayuda a revertir problemas de memoria y concentración.

Según los investigadores la clave está en que, al perder peso la persona aumenta su capacidad cardiovascular, es decir, la salud de su corazón tiende a mejorar, esto está vinculado al hecho de que el cerebro también recibe más sangre.

La buena noticia es que los efectos de la obesidad en la salud cerebral son reversibles. Los investigadores han notado que las personas que han experimentado una pérdida de peso importante, en solo 12 semanas ya pueden comenzar a verse mejoras en la apariencia y el funcionamiento del cerebro.

En conclusión, perder el exceso de peso reduce la tensión en los vasos sanguíneos e incrementa el flujo de sangre al cerebro, lo que hace que este aumente su funcionamiento general.


Referencia:
http://www.soard.org/article/S1550-7289(10)00688-X/abstract


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