Un estudio confirma mediante imágenes cerebrales que el dolor crónico es un tipo de conducta aprendida, y que esta puede ser “desaprendida”.
Para dicha investigación, el profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Hiroshima,
Atsuo Yoshino, y un grupo de colegas examinaron a través de FMRI (resonancia
magnética) el cerebro de 29 pacientes con dolor crónico y 30 personas sanas,
sin dolores.
El FMRI muestra qué partes del cerebro están intrínsecamente
conectadas entre sí, al demostrar una actividad simultánea correlacionada entre
múltiples regiones cerebrales. Las regiones cerebrales que están conectadas
generalmente se "disparan" al mismo tiempo y "descansan" al
mismo tiempo, ya que una de las regiones cerebrales presumiblemente estimula a
la otra a través de conexiones sinápticas. Por lo tanto, se dice que las
regiones separadas del cerebro que exhiben actividad correlacionada pertenecen
a la misma “Red de Conectividad Intrínseca” (RCI).
El estudio dejó ver que, a diferencia de los individuos
sanos, el grupo con dolor crónico reveló una conectividad anormalmente alta en
una RCI, más concretamente en la “Red de Atención Dorsal” (donde se origina la
atención focal dirigida), incluyendo estructuras como la corteza orbitofronal y
el lóbulo parietal inferior. Este hallazgo llevó a los autores a sugerir que
los cerebros de personas con dolor crónico podrían reconectarse ellos mismos
cuando el individuo enfoca repetidamente la atención en el dolor y/o la anticipación
del dolor. Esta conectividad podría desempeñar un papel clave en la
continuación del mismo después que el daño físico (que ocasionó el dolor) se
haya curado.
El neurologo Waschulewski-Floruss de la Universidad
Eberhard-Karls en Alemania ya había descubierto que el
"aprendizaje" del dolor crónico surge en el cerebro a través de un
proceso de condicionamiento clásico.
Dolor crónico y condicionamiento clásico
En sus experimentos originales sobre condicionamiento
clásico en perros, Pavlov notó que los animales salivaban naturalmente cuando
veían comida. La comida, en el ejemplo de Pavlov era un Estímulo no
Condicionado y la salivación una Respuesta no Condicionada al ver
la comida. Después de que Pavlov emparejara repetidamente el sonido de una campana
con la presentación de alimentos, la campana, incluso en ausencia de alimentos,
se convirtió en un Estímulo Condicionado que producía salivación. La
salivación producida por una campana, no por los alimentos, se denomina
Respuesta Condicionada.
Este tipo de aprendizaje en perros se asocia con la
formación de nuevas conexiones neuronales, donde las entradas sensoriales del
sistema acústico del perro desarrollaron nuevas conexiones (o reforzaron las
conexiones existentes) que habilitaban al sistema acústico a estimular la
salivación.
En el dolor crónico el condicionamiento clásico ocurre de la
siguiente manera: La lesión física original es un Estímulo Incondicionado, el
dolor original de la lesión es la
Respuesta no Condicionada, el Estímulo Condicionado es el
memoria de los eventos (contexto) que rodean la lesión o las preocupaciones
obsesivas sobre el dolor. Mientras que la Respuesta Condicionada
es la experiencia del dolor en presencia del Estímulo Condicionado (memoria de
la lesión y/o preocupaciones obsesivas sobre la lesión).
Después de que el dolor ha sido "aprendido" de
esta manera, se crea un círculo vicioso en el cual el estrés asociado con la
ansiedad empeora el dolor al alterar la forma en que los neurotransmisores (norepinefrina
y serotonina) deberían reducir el dolor. Cuando el dolor empeora, la ansiedad aumenta,
lo que aumenta el dolor... y así sucesivamente.
Pero el trabajo de Pavlov proporciona una pista sobre cómo
los pacientes pueden "desaprender" dicha respuesta al dolor y escapar
de este círculo vicioso: Después de entrenar a sus perros para que salivaran
cuando escucharon una campana, Pavlov tocó la campana muchas veces en ausencia
de comida, por lo que eventualmente, los perros ya no salivaron cuando escucharon
la campana. Tal "desaprendizaje" se llama Extinción.
Si fuera posible evitar que los pacientes con dolor crónico
se concentren en su dolor y recuerdos de la lesión que originalmente lo causó,
la combinación de estos pensamientos y recuerdos con la experiencia del dolor
terminaría, y la respuesta aprendida (dolor) podría disminuir hasta la
extinción (como con la saliva condicionada en los perros de Pavlov).
Para lograr la extinción de la respuesta del dolor
aprendido, Yoshino administró 12 semanas de terapia cognitivo conductual (TCC),
en la que los pacientes aprendieron a controlar sus pensamientos y reducir su
nivel de alerta y ansiedad asociada con el dolor. Este reacondicionamiento,
desacopla pensamientos, recuerdos y ansiedades sobre la experiencia del dolor,
transformando un círculo vicioso en un círculo virtuoso, donde la ansiedad
disminuida conduce a una menor excitación y estrés, lo que a su vez conduce a
un menor dolor. En paralelo, las exploraciones con FMRI de pacientes con dolor
crónico comenzaron a parecerse mucho más a las de los individuos sanos, lo que
indica que la TCC
había reconectado los cerebros de los pacientes con dolor.
Yoshino y sus colegas concluyeron a partir de estos
resultados que la TCC
ayudó a los pacientes con dolor crónico a "desaprender" su dolor,
volviendo a reconectar los circuitos cerebrales que se examinaron en el
estudio.
Esta investigación ha sido importante principalmente por dos
motivos. El primero es que muestra que el dolor persistente en pacientes
sanados no estaba "solamente en sus cabezas", sino que se basa en
cambios anatómicos dentro de su sistema nervioso.
Segundo, ofrece una solución no farmacéutica para tratar el
dolor, esto reduce los efectos secundarios y los posibles errores médicos (a
partir de errores de prescripción).
Referencia:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28893330
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